“Juan Buscamares”: el Apocalipsis según Félix Vega
La carrera de Félix Vega parece inmejorable para un artista chileno moderno. Ha sido capaz de hacerse espacio en el competitivo mercado europeo con varias publicaciones, publicado historias cortas en Playboy y parece que sus ambiciones no tienen límite, pues sigue ideando historias completamente originales para Europa, tanto como autor completo como dibujante. Dentro de todos estos años de arduo trabajo, Félix Vega creó Juan Buscamares.
Juan Buscamares nació cuando Vega aún trabajaba aquí en Chile. Publicada por Javier Ferreras para Visual Ediciones en 1996, el primer capítulo —titulado simplemente “El Agua”— sirve como semilla para una historia llena de referencias obligadas como la post-apocalíptica Mad Max o la ecologista Dune, pero conforme la historia avanza, estas referencias comienzan a diluirse y se asoman otras más profundas y ambiciosas.
La historia de Juan Buscamares se desarrolla a través de cuatro capítulos: al mencionado capitulo “El Agua”, luego le siguen “El Aire”, “La Tierra” y “El Fuego”, y nos muestran una tierra baldía, un yermo agreste donde los mares se han secado y el agua es la moneda de cambio. Este es un ambiente sacado del Mad Max de George Miller, pero que el director australiano nunca pudo explotar tan visualmente como lo hace Vega, al menos hasta Mad Max: Fury Road (2015).
Aquí Vega demuestra su talento visual, muy influenciado por el detallista trazo de Katsuhiro Otomo —incluso las escenas más violentas derrochan un aire a Akira por todos lados— y sus personajes son una mezcla entre la deformidad deliberada de los primeros años de Moebius —antes de su etapa más simplista—, pasando por la belleza de los personajes femeninos muy a lo Milo Manara. Vega se vale de estos elementos para contrastar realidades y motivos de forma clara. Aleluya, la acompañante inesperada en las aventuras de Juan Buscamares, es una mujer hermosa que ha sido obligada a prostituirse por agua. Su belleza se contrapone con lo desolado y agreste del desierto, con sus barcos abandonados y corroídos por el óxido y sus habitantes sucios y malolientes.
Para acrecentar la sensación de desolación, Vega utiliza viñetas alargadas para presentar su páramo, muy en la tradición de las películas de 70 mm, dándonos una sensación de que el desierto es interminable, justo como lo hacía David Lean en Lawrence of Arabia (1962), Juan Buscamares tiene momentos ‘Super Panavision 70’ tal como la epopeya en el desierto de Lean. El uso del color en estos pasajes de la historia son hermosos —Óskar Vega, padre del autor, ayuda en dos capítulos de la historia— mostrando degradados que se pierden en el horizonte y corrosión que carcome todo y a todos en este nuevo desierto.
En lo que respecta a la historia en sí, Juan Buscamares nos muestra a este personaje atravesando tierra inhóspita gracias a un vehículo imposible. Aquí es donde rescata a Aleluya del desierto y se enfrenta a un grupo de fanáticos militares. En este punto se refleja los pensamientos de Vega frente a la naturaleza humana. Lo más cercano a una civilización son grupos de fanáticos, ya sea militares o religiosos, y donde cada uno se impulsa a vivir el Apocalipsis gracias a sus creencias. Más adelante, el autor nacional introduce un grupo más reducido de marginados que creen en el carácter mesiánico del Buscamares y parecen ser una inquietante comunidad que vive en la paranoia ecológica.
Vega usa motivos religiosos durante toda la obra. Buscamares es ajeno a su historia pasada hasta que alguien le revela que es el mesías que traerá los mares de vuelta. Los sueños del protagonista parecen confirmar esto y la presencia de Aleluya —María Magdalena y Virgen María, todo en uno— a quien Juan confunde con un ángel son las referencias más claras a la influencia religiosa que Vega inyecta en su crónica. Pero también el autor no satura su creación con un solo elemento; en vez de eso, dosifica e impregna referencias como El Principito de Antoine de Saint-Exupéry —a quien Vega pone derechamente en sus viñetas— o la mencionada Akira y sus personajes telepáticos. Lo más interesante a mi gusto es la incorporación de la mitología Inca tanto en el prólogo como en el capítulo final. Esto puede resultar en un arma de doble filo para Juan Buscamares, porque transforma el final de la obra en un enorme deux es machina que puede que a más de alguno quite interés. A mí en lo personal me ha gustado el remate final, a pesar de dejar más preguntas respecto al mundo alrededor de Juan Buscamares.
Quizás los diálogos puedan ser el punto más bajo de la obra, pues no se sienten tan naturales como deberían ser. Pero el hecho es que los personajes no están en una situación natural y me da la impresión de que Félix Vega trata de insuflar cierto aire de western en los primeros capítulos de la historia. Conforme avanza su historia, Vega empieza a mostrarse más sólido en los diálogos, pero deja de lado uno de los elementos que más me ha gustado de los primeros capítulos: las viñetas silenciosas, las pausas necesarias para que el lector medite sobre los hechos. No es lago que arruine la historia, simplemente me hubiera gustado un poco más de cohesión a medida que avanza cada capítulo. De todas formas, no arruina para nada lo que el historietista chileno trata de mostrar conforme avanza en sus intensiones.
Hasta ahora, los chilenos solo hemos podido disfrutar de Juan Buscamares a través de sus ediciones españolas. Vega colabora con el sello Planeta Cómic para darnos en el mercado un integral lo más completo posible a un precio de lo más accesible. El tomo recopila toda la historia, incluye un prólogo exclusivo, portadas y numerosas ilustraciones previas que Vega realizó como planeación y diseño de la obra. Son alrededor de 200 páginas, sumando la buena calidad del papel y su tamaño mayor en tapa dura, termina dándonos la edición más completa de Juan Buscamares. El único ‘pero’ que le pondría sería la fuente usada para rotular los diálogos, emasiado digital para lo orgánico que es el arte de Vega. Es un ‘pero’ menor de todas formas, no obstante es bueno señalarlo.
Juan Buscamares se posiciona como un clásico de la historieta chilena. Félix Vega llena su historia de referencias claras, pero nunca dejando de lado sus raíces latinoamericanas, dándonos una obra que puede ser leída con claridad en cualquier parte del mundo. La universalidad del relato se complementa con el potente arte de Vega —además de la colaboración de su padre— dejando al autor nacionalidad muy bien catalogado como artesano de valor internacional. El fácil alcance del tomo editado por Planeta Cómic convierte en un crimen el no adquirir la obra de Vega. A buscar esa ballena, jóvenes.
https://www.cuartomundo.cl/2017/10/05/juan-buscamares-1996-el-apocalipsis-segun-felix-vega/
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